Un Hincha en la Distancia

Mi historia cercana a los deportes viene de familia, somos muchos en casa, soy el cuarto hombre de una familia de nueve hijos, mi padre practicó el béisbol y siempre fue un apasionado de la natación, de hecho llegó a ser presidente de la liga Santandereana de Natación y todos mis hermanos y hermanas practicaron con juicio algún deporte, de hecho mi hermana Maite el licenciada en deportes de la universidad de Pamplona de modo que eso de los deportes me viene desde muy pequeño.
Es interesante pero mi recuerdo mas lejano del deporte viene de la mano del álbum de láminas del mundial.  Era el mundial del 78, recuerdo vagamente el gol que no subió al marcador en Argentina 78 a Brasil en su partido con Suecia, creo recordar que era el primero y que en el último minuto se pitó un tiro de esquina a favor de Brasil, pero el árbitro (siempre los árbitros) decidió pitar el final en el instante posterior al cobro por parte del brasilero, de modo que el golpe de cabeza que entró no fue válido.  De modo que mi recuerdo mas viejo de una imagen del fútbol viene por una frustración de mis hermanos mayores hablando de lo mal que se estaban haciendo las cosas en el mundial de Videla.  Y ese es el tema con mi familia, claramente tocada por el sentimiento político que nos rodeaba en ese momento, era la Colombia en la que se estaba terminando el periodo de Lopez Michelsen y se venía la elección de Turbay con su estatuto de seguridad al hombro, de modo que era mas o menos imposible no mezclar el mundo del deporte con la política y cosas de esas; el asunto es que el siguiente recuerdo se viene por la goleada de Argentina a Perú y para mi familia estaba clara la mano negra de la dictadura para poner a Argentina en la final y sacar de ladito a Brasil, recuerdo a mis hermanos diciendo que lo mas maravilloso sería una victoria de Holanda en la final, que tendría un mensaje maravilloso para el mundo que una selección cuyo mejor jugador rechazó ir al campeonato por estar en contra de la dictadura lograra quitarle el campeonato a la selección de Videla, no de Menotti.  El primer recuerdo que tengo de algo realmente mágico en el deporte vino del partido por el tercer lugar, el partido que nadie quiere jugar. Fue algo maravilloso, jugaban Brasil e Italia creo que Italia había empezado ganando y Brasil trataba de llegar, el caso es que Nelinho tomó el balón en la banda derecha y sacó un zapatazo impresionante con una curva mágica que terminó metiéndose en el palo mas alejado a pesar del esfuerzo de Dino Zoff. Y dicen que Maicon es único?  Ese día descubrí que jugar el fútbol de alto nivel era una cosa de pocos y que los regalos que nos puede dar un buen partido de fútbol nos pueden marcar.  De la final me quedan pocas cosas, la demora para empezar el partido por cuenta del reclamo argentino de que el vendaje de uno de los hermanos Van Dekerkoff  era ilegal, el tiro en el Palo de Holanda antes del segundo gol de Kempes y la tristeza en mi casa por la victoria de la Selección de Videla que haría que las manifestaciones de las madres de la plaza de mayo pasaran a segundo plano por un buen tiempo en Argentina.
El siguiente recuerdo que tengo es de una tarde de domingo, cuando mi Hermano John y su amigo Hernando Mantilla me llevaron al Alfonso López de Bucaramanga, no recuerdo exactamente el año, pero debe ser tal vez el 80.  Por aquella época se jugaba el torneo de reservas en Colombia y el Bucaramanga jugaba contra el Once Caldas.  Ellos me llevaron a la tribuna Sur, por aquella época no había descenso y el Bucaramanga navegaba en la parte baja de la tabla y el los partidos, porque vimos los dos, fue bastante tenso, el Atlético logró empatar al final, pero todo el ambiente y el sufrimiento vivido en las gradas que no estaban llenas para nada, me hizo enamorarme del atlético Bucaramanga, el grito de un hincha cercano a un fulano que olvidó quitarse la gorra al sonar el himno nacional “Quítate la gorra Venezolano HP” me hizo entender que ese microcosmos del estadio es maravilloso y que no hay nada como vivir el fútbol en un estadio.
Desde esa época ha pasado mucho tiempo, el último partido que vi del Bucaramanga en el Alfonso López fue hace como 4 años en un viaje a mi ciudad, ese día el Cúcuta nos ganó 1-2 y sufrí lo mismo que el día del primer partido, porque mi amor por el equipo de mi alma sigue intacto, mis hijos tienen claro que haré si algún día me gano la lotería, voy a comprar el Atlético y lo voy a llevar a la final del mundial de clubes.
Hace doce años no vivo en Bucaramanga y casi ocho que salí de Colombia, pero siempre me he mantenido firme en mi amor al Atlético, viví una época dorada en el 84 con el Pirata, el nene Diaz y el negro Gonzalez, partidos que viví intensamente en el estadio, odié con toda mi alma al Pipa de Avila que nos sacó de la carrera por el campeonato ese año con un gol en el arco norte;  me ilusioné con el Pony Maturana y sufrí muchísimo el primer descenso  que me trajo como único regalo la amistad de Pedro “El Juvenil” Ballesteros que dejó el Bucaramanga para empezar a trabajar en la misma empresa que yo. Estuve a punto de cambiar el nombre de mi hijo por Simón Orlando en honor al Fantasma Ballesteros porque mi hijo nació al otro día de clasificar a la final del campeonato mas largo del mundo que terminó en manos del América del inefable Chiqui García.  Ahora que vivo en Europa y todos los lunes me levanto a las 3 de la mañana para consultar en internet como le fue al atlético, en mis favoritos de internet tengo la página de vanguardia solo para ver eso, gracias a internet, gocé el año pasado cuando eliminamos a Millonarios en la copa y ahora sigo queriendo poder vivir el día del regreso a la primera división y sigo comprando la lotería, a lo mejor el destino me tiene marcado para cambiar la vida del Atlético Bucaramanga. A lo mejor la distancia y el tiempo hacen que ese amor se aferre a lo bueno, a las alegrías, pero yo sigo siendo el hincha de siempre ese que llegaba al Alfonso López a las 10 de la mañana con Armando Pimiento a comprar la boleta y esperar por el partido de las 8 y media y ver al Pipa de Avila robarnos los sueños.

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